
El día en que escuché por primera vez tu armonioso sonido y miraste hacia mi interior fue el instante en el que pensé que podíamos ser inseparables. El momento en el que tu mano tocó la mía sin aviso, fue el comienzo de un sentimiento desbordante y a la vez íntimo, reprochable aunque deseado. La vez en que me diste apoyo y abrigo marcó el final del principio de un efímero encuentro entre dos desconocidos.
El reloj marca las 21.29 en Santiago de Chile y un solitario hombre recuerda, frente a un radiante monitor, una breve anécdota de su vida. En otro lugar de la ciudad, el ente protagonista de sus recuerdos debe estar, no se sabe donde exactamente. El reloj marca las 21.32 ahora.
"Es necesaria la disminución del raciocinio, el control de la ansiedad y el aumento grosero de las conductas animales, además de un par de alas para aprender a volar sin importar cuán alto se esté".
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