viernes, 31 de diciembre de 2010

lecciones.

Subterráneos y rascacielos. Que el reloj no se detiene, que el calendario es una falacia y que los momentos son nada más que ilusiones del futuro. Que las sonrisas son solo temporales, al igual que las lágrimas. Que hay que sobrevivir, que la vida a veces no tiene dirección si uno no se la da. Rascacielos y subterráneos.

miércoles, 14 de julio de 2010

inesperado - tercera parte

Dormido, a medianoche siento que algo, más bien alguien, sube a mi cama. Abro los ojos y veo a mi desconocido invitado junto a mí, respirando suavemente, sumido en sus sueños. Una misteriosa atmósfera de felicidad, goce y somnolencia me envuelve entre sus brazos, mientras él toma mi mano en medio de la fría noche. Al día siguiente, la tormenta proseguía, pero con menos fuerza. Decidí buscar a mi amada, pues ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que la vi. No estaba lejos. Podía sentir en el ambiente ese hedor a descomposición. La encontré a menos de trescientos metros de lo que alguna vez fue nuestro hogar, sobre una roca manchada con sangre. El hombre con el cual había dormido la noche anterior, me dijo, susurrando y entre lágrimas, que con una mujer nunca encontró la felicidad y que cuando me vio un día junto a ella caminando hacia mi casa, supo que deseaba estar conmigo para siempre. Lo perdoné, porque me di cuenta que de ella amaba sólo sus besos y caricias y que, repentinamente, amaba todo de él.
Nadie sabe con quien se encontrará en la vida.
Yo nunca esperé conocer a una mujer infiel y menos a un amante asesino.

lunes, 4 de enero de 2010

inesperado - segunda parte.

Hoy me he despertado más tarde de lo que acostumbro y lo atribuyo a mi falta de preocupación. Mi amada no ha regresado, no he reparado la rueda y seguramente la tormenta comenzará por la noche. Me preparo un huevo de codorniz para el desayuno y busco algo de líquido en el pozo. "Tienes que arreglar la rueda", me susurra una suave e inexistente voz en el oído derecho. Ya es mediodía y la rueda está en perfectas condiciones, así que pronto estaré yendo al pueblo a través de esa monótona ruta que me llevará hacia el este. Ya en el poblado, me dirijo al mercado de abastecimiento para poder comprar algo de verduras, pescado, legumbres y gallinas para criar. Ahora muevo mis pies hacia el bar. Entro. Tequila es lo que suelo tomar, y hoy no será la excepción. Mientras tomo un sorbo, un hombre de semblante tímido y dulce se sienta a mi lado. Me cuenta sobre sus aventuras por Medio Oriente y Europa, sobre todas las mujeres con las que pudo estar en esas lejanas tierras y sobre aquellos valientes guerreros que recorrían interminables caminos entre reino y reino. Las lóbregas nubes se acercan cada vez más y ya es hora de volver a la cotidianeidad de mi polvoriento hogar luego de esta desenfrenada embriaguez. El hombre con el que hablaba me sigue hasta la carreta y me pide que regrese mañana al bar. Cortésmente y sin vacilaciones le ofrezco un espacio en mi hogar para que pasara la noche allí, ya que algo había en ese cálido hombre que me atraía sin control y no me hubiese aguantado un día sin verlo.