miércoles, 14 de julio de 2010

inesperado - tercera parte

Dormido, a medianoche siento que algo, más bien alguien, sube a mi cama. Abro los ojos y veo a mi desconocido invitado junto a mí, respirando suavemente, sumido en sus sueños. Una misteriosa atmósfera de felicidad, goce y somnolencia me envuelve entre sus brazos, mientras él toma mi mano en medio de la fría noche. Al día siguiente, la tormenta proseguía, pero con menos fuerza. Decidí buscar a mi amada, pues ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que la vi. No estaba lejos. Podía sentir en el ambiente ese hedor a descomposición. La encontré a menos de trescientos metros de lo que alguna vez fue nuestro hogar, sobre una roca manchada con sangre. El hombre con el cual había dormido la noche anterior, me dijo, susurrando y entre lágrimas, que con una mujer nunca encontró la felicidad y que cuando me vio un día junto a ella caminando hacia mi casa, supo que deseaba estar conmigo para siempre. Lo perdoné, porque me di cuenta que de ella amaba sólo sus besos y caricias y que, repentinamente, amaba todo de él.
Nadie sabe con quien se encontrará en la vida.
Yo nunca esperé conocer a una mujer infiel y menos a un amante asesino.