domingo, 31 de agosto de 2008

la historia.

Llevo 19 años, un mes y 13 días viviendo. Lo extraño es que aún no sé dónde vivo, con quiénes ni quien soy yo a veces. Cuando muevo mis piernas hacia adelante una cada vez sobre un vacío de nubes grises, siempre con la cabeza en alto, veo corazones pasando en todas direcciones, que se acercan y luego pasan, unos que se detienen ante mí, y que luego se van, todos de diferentes colores y formas (aunque suene estúpido). La verdad es que todo eso es mentira, sólo traté de irme de la típica realidad en la que vivo y en la que me siento desesperado, con miedo y de la cual no tengo escape alguno.
Aunque tal vez no lo parezca, soy idealista, pero también soy paranoico y a veces un poco egocéntrico (como muchos) y lo peor, demasiado desagradable cuando me dan ganas de serlo.
Caminando por ese vacío gris, que a veces se torna verde o café, una vez encontré uno de esos corazones que dan ganas de encerrarlos pero tenerlos libres a la vez, aquéllos que uno ama y odia. Me he encontrado ese corazón cientos de veces, unas más frecuentes que otras, pero siempre me lo había topado entre las nubes grises, verdes y café. Una de las últimas veces me siguió hasta la casa, y pensé que al fin se había librado de su maldita cuerda tendínea. La verdad es que sólo estuvo junto a mí un rato, y luego se fue corriendo. De ahí en adelante lo he estado buscando, pero solo lo he podido encontrar unas pocas veces.
Todavía recorro todos los días las nubes, sin hallar por ninguna parte al maldito y bendito corazón ese, y aunque yo sé que me recuerda y que me extraña, no quiere estar conmigo.
Me carga terminar las cosas, pero después se me olvida todo. Es lo bueno de ser una persona común y corriente.