sábado, 31 de marzo de 2012

B

Confundido por la frustración, la rabia y la pena.
Ganas de tragar agua hasta ahogarme, de golpearme la cabeza con la tina y de pegarle a cualquiera que pase por delante.
Odiar a los que siempre andan con una sonrisa, a los que todo les afecta y a los que tienen un día mejor que el mío.
Odiar los días buenos, odiar los días malos.
Siempre todo está mal, nada es perfecto, nada es como se quiere.
Los planes se van de las manos y caen en las de otro.
La oscuridad siempre está, incluso al mediodía.
Cansarse del miedo, la incertidumbre, la costumbre y la esperanza.
Convencerse de que los constructos son inventos y falsedades que a otros peores que yo se les han ocurrido.
Adorar la ira profunda, contenida y embotellada en una buena marca de bebida.
Amar las caricias de otro a quien no amas, solo para sentirte venerado.
Ansiar el sufrimiento de los otros frente a tu vista, hacer burla y reír de aquello, sin importar nada.
Vivir sumido en el terror, en la soledad que no parece existir, en la lejanía de lo real y ciego por virtudes inexistentes en los demás.
Amar las mentiras, el engaño y por sobre todo, el que no sepan que está pasando por tu mente.
No creer es la mejor virtud, junto con la indiferencia.
Creer que la locura es la mejor solución.
No hay un tú que pueda salvarte.

B

martes, 26 de julio de 2011

music,war&life.

Tomás era un típico estudiante de 21 años, que todos los días tomaba el bus en la esquina de su casa a las 7.30 de la mañana, y que regresaba 12 horas después, cansado, para tomar once con su mamá, su papá y su hermana. Solía escuchar la música que le gustaba en sus periódicos viajes (de 45 minutos) de ida y vuelta, tarareando (en voz baja) las canciones que se sabía y moviendo sus pies al ritmo de la música. El 14 de mayo, un día cualquiera en la vida de Tomás, el viejo reproductor de música cayó al piso del bus cuando frenó, provocando que otro estudiante de 21 años, que iba de pie junto a Tomás (llamado Daniel), perdiera el equilibrio y pisara el recién estrellado reproductor, haciéndolo trizas en el suelo del bus. Como era de esperarse, Tomás lo miró con furia y Daniel pidió las disculpas correspondientes, pasándole los restos del antiguo pero fiel reproductor a su dueño.
Tomás era un típico estudiante de 22 años, que todos los días tomaba el bus en la esquina de su casa a las 7 de la mañana, que regresaba 7 horas después, un poco agotado, para almorzar con su mamá, su papá y su hermana. Dos horas después, cada lunes, miércoles y viernes, Tomás salía de su casa con un destino predeterminado, esperando encontrarse con alguien especial.

lunes, 27 de junio de 2011

sueñosrotos.

Había una vez un niño que soñaba con ser una persona común y corriente en el futuro: andar vestido de lunes a viernes con traje de oficinista, caminar todos los días por las mismas calles camino a su trabajo, ir a buscar su auto al mismo estacionamiento e ir los 6 de cada mes a pagar las cuentas domésticas, después de ir al supermercado a hacer la compra del período.
Había una vez (2 meses después) un niño que hacía lo que realmente deseaba, salir a caminar bajo la lluvia, hablar con extraños en la calle, sonreír y reír casi siempre, bromear, bailar con movimientos extraños y romper la rutina (propia y ajena).


domingo, 6 de marzo de 2011

cangrejo.

6.18 am. Aún no duermo y me dieron ganas de escribir algo repentinamente.
6.19 am. Solo pienso en la sonrisa (falsa) que debe acompañarme por el resto de mis días.
6.20 am. No puedo creer que pienso y escribo solo UNA idea en UN minuto, soy demasiado lento... (miro el reloj). Aún no cambia.
6.21 am. Cambió. Tengo miedo en lo que me pueda convertir, o más bien en lo que me he convertido. Me siento un verdadero cangrejo, aunque tengo solo un problema: la exquisita carne bajo
6.22 am. este gran y grueso capazón esta negra, podrida, solo por haberla metido 5 meses dentro del congelador... ¡qué paradójico!
6.23 am. O... ¿será que el caparazón es un poco más ancho ahora?
6.24 am. Estoy feliz por esto, lo he logrado...

viernes, 31 de diciembre de 2010

lecciones.

Subterráneos y rascacielos. Que el reloj no se detiene, que el calendario es una falacia y que los momentos son nada más que ilusiones del futuro. Que las sonrisas son solo temporales, al igual que las lágrimas. Que hay que sobrevivir, que la vida a veces no tiene dirección si uno no se la da. Rascacielos y subterráneos.